sábado, 10 de julio de 2010

¿La inteligencia se mide de la cabeza al cielo?


Cuando a mis escasos 17 años me di cuenta que no iba a crecer más, supe que iba a ser lo que los científicos denominan en lenguaje altamente técnico y especializado: "chaparro". Y desde entonces pensé que era una desventaja ser "petiso", pues toda nuestra sociedad está enfocada a "destacar" y, al ser bajo de estatura, lo que menos hacía entre las masas era precisamente eso.


De niño recuerdo que en la escuela nos reunían a todos en el patio del colegio para alimentarnos mediante el moderno sistema que se acostumbraba en ese entonces, muy similar al de las gallinas o al de los buitres: las maestras tiraban tripas de cerdo al aire y sólo los más altos alcanzaban a pescarlas al vuelo. Yo, siendo "bajito", no alcanzaba a agarrar nada, de nos ser por algunas que caían al suelo o alguna regurgitación del compañero más alto. Ahí empecé a sospechar que mi estatura era una desventaja.
También me di cuenta que la estatura pequeña podría significar la diferencia entre la vida y la muerte, cuando en las clases de natación, el profesor nos ponía a hacer "calentamiento" en la parte "media" de la piscina, en donde el promedio de mis compañeros tocaba el fondo y podían hacer los ejercicios con brazos y hombros por fuera del agua. Yo, por el contrario, los ejercicios con brazos y hombros que hacía eran manotazos de ahogado, intentando sacar la cabeza del agua para no asfixiarme. Las únicas competencias que ganaba en la alberca eran las de supervivencia.
Pero a lo largo de mi vida me he dado cuenta que ser "petiso" no es tan grave y que, de hecho, tiene algunas ventajas:
  • Una vez en la secundaria un neanderthal lanzó con furia en medio del salón un arma blanca, que me pasó rosando la cabezota pero que finalmente fue a incrustarse con singular alegría en el pecho a otro de mis compañeros que, por cierto, sostenía entre sus manos un machete de carnicero (tomar en cuenta que yo estudié la secundaria en el reformatorio para menores No. 126, llamado "Pequeño Diablillo").

  • Al tropezarme con los cordones de mis zapatos mi cabeza recorría una menor distancia del cielo a la tierra, lo que me evitó varias fracturas al estrellar el cerebro contra más de una roca (eso, y que el doctor también dice que tengo una formación óseo-craneal más dura que el promedio: una extraña enfermedad conocida como "cabeza dura").

  • En las manifestaciones comunistas a las que solía asistir en mi pubertad incendiaria, siempre los gases lacrimógenos con los que nos combatían las fuerzas públicas del bien tendían a ascender, por lo que yo incluso ni siquiera necesitaba gatear para evitar aspirarlos (mientras otros chillaban a moco tendido, yo podía seguir dando puntapies revoltosos a los oficiales en medio de la conmoción)

  • En una de mis primeras oficinas donde teníamos gavetas por encima de la cabeza, nunca me destrocé el cráneo al dejar caer la cubierta de la misma, cosa que ocurría con frecuencia a varios de mis compañeros (que incluso con el tiempo se demostró estadísticamente que era una de las principales causas de muerte en esa oficina).

  • Finalmente, cuando la quincena no me alcanza para pagar mis innumerables deudas, en más de una ocasión me he parado a la salida de un circo y recibo una gran cantidad de propina sin necesitar siquiera poner un cartel (generalmente la gente me tira monedas junto con la frase "la naturaleza se ensañó contigo, hijo". Ah, y también se puede trabajar de asistente de Santa Claus!
Definitivamente no coincido con aquel dicho que le atribuyen a Napoleón: "la inteligencia se mide de la cabeza al cielo", porque la inteligencia no tiene nada que ver con la estatura (al menos no lo han demostrado todavía los estudios). También sé que jamás "destacaré" al entrar a un salón por tener una presencia impresionante y, de hecho, muchísimas veces paso inadvertido. Pero sí recuerdo algo muy interesante que mencionó Al Pacino en uno de los guiones de sus personajes, haciendo alusión a su propia estatura baja: "lo bueno de ser petiso es que nadie espera de ti grandes cosas... tienes la ventaja de sorprender". Una buena ventaja después de todo, ¿no creen?

3 comentarios:

  1. Jajajaja
    Me identifico porq tambien soy petisa pero solo me queda contestar cada q alguien señala mi baja estatura q los buenos perfumes vienen es frascos pequeños... ya qué!!

    Renata R

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  2. Jajajaja, Gaonaaaaaaaa, estás de pelos. Yo tengo muy bien armado mi speech, "si algo me pudiera acomplejar, jamás sería mi estatura". Esto de ser petisa es lo de hoy, jamás hay que doblar las piernas y menos las manos. Te mando un beso Gaona.

    Carola Manzano

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  3. Igual últimamente me compro zapatos con plataforma de los 70's y les meto algodón para aumentar un centímetro más... así ya llego al 1.48 de estatura.

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