sábado, 30 de mayo de 2009

Tecno Rabia

Levante la mano aquél que nunca ha experimentado algo de rabia contra algún aparato tecnológico que no logra hacer funcionar!

Creo que la "tecno rabia" es un mal de nuestra época que tiende a incrementarse. Sin embargo, existimos algunos más "tecno rabiosos" que otros. De hecho yo me he sorprendido de cómo, con el paso del tiempo, me ido volviendo más y más rabioso y creativo en la manera de deshacerme de los "gadgets" que me dan problema.

Confieso que, usualmente, los dispositivos que más me pueden llegar a alterar los nervios son los teléfonos móviles y las computadoras. De hecho, creo que podría alquilarme como "probador rudo de equipos" antes de que salgan a la venta y volverme millonario. Qué trabajo más hermoso sería para mí poder emprenderla a martillazos contra el teclado de una laptop, azotar los "mouses" por su cable o reventar los BlackBerry contra la pared! Hasta se me escurre la baba de sólo pensarlo... definitivamente me sale lo neanderthal cuando no me funciona la tecnología.

Y es que creo que todos esos malditos aparatos tienen vida propia y su dios le ha asignado, como objetivo principal, fastidiarme la mía. Parece que se empeñan en obstaculizarme mis llamadas, entrar en coma a media presentación o perder toda la información que me llevó horas recopilar. Serán estúpidos!!

A uno de mis primeros celulares desgraciados, que se le ocurrió ponerse temperamental una mañana en la que yo salí también temperamental de la casa, terminó aplastado por los neumáticos de mi auto. Otro, que se hizo el chistosito mientras venía yo teniendo una conversación importantísima desde el auto, acabó sus días siendo lanzado por la ventana para reventarse contra la barra de contención de la autopista. En más de una ocasión, cuando ciertas personas me miran descargando mi furia titánica sobre los equipos, simplemente me retiran su amistad por temor a que maneje de la misma forma mis relaciones personales.

Todas estas maravillosas memorias me vinieron a la mente en días recientes, porque el móvil que me asignaron en la oficina, si bien hermoso, suele cortar mis llamadas a la mitad. Mi primera reacción, antes de pensar que es un servicio defectuoso del proveedor del servicio de telecomunicaciones, es encajarle un par de mandarriazos para que mejore la señal... pero justo en el momento antes de mostrarle al dispositivo quién es el que manda, me detengo a pensar que, dado que es el móvil que me da la empresa, no puedo enseñarle modales al estilo Neanderthal.

Y es entonces que, recordándome que el maldito aditamento tiene vida, parece burlarse desde su pequeña pantalla, vibrando al desconectar la llamada, como si se cagara de risa de mí. Pero algún día me lo venderá la empresa y entonces va a saber lo que es amar a Dios en tierra ajena...

sábado, 23 de mayo de 2009

En la mesa no se habla...

No he querido, ni quiero, hablar en este blog de política y cosas peores. Pero es imposible vivir en América Latina y mantener espacios libres de la influencia de la religión, la política y el fútbol.

Desde mucho antes que llegará yo acá, se habla de la "reelección". En mi país, hablar de reelección es un sacrilegio, porque según rezan todos los comunicados de los organismos gubernamentales al concluir, se nos recuerda (como para que no se nos olvide): "sufragio efectivo, no reelección".

Sin embargo, acá, un poco más al sur, la reelección es tema de todos los días. Hoy en el diario leía sobre una declaración del presidente acerca de "la encrucijada" que representa postularse para ser reelegido, e incluso ya salió una canción por acá que reza "La encrucijada en el alma ya no me deja dormir, no sé si irme a la finca o hacerme reelegir" (aquí les dejo el link, por si le quieren echar un vistazo).

Di vuelta a la página del diario y me topé con una nota de otro vecino y de su delirio "estatizador" que ha roto récord: en dos semanas lleva nacionalizadas más de 70 empresas, incluyendo a un reconocido banco de la madre patria.

Qué problema el de Narciso que se enamora de sí mismo al verse en el espejo... y qué complejo pensamiento el que se convence que no vendrá nadie más hermoso a mirarse en él. Yo, por el contrario, creo que si tuviera la oportunidad de "perpetuarme" no lo haría ni drogado! Que otro venga a limpiar mis embarradas!

En la mesa no se habla de religión ni de política, y en este blog tampoco. Que conste que no hablamos de política... sólo una pequeña "embarrada".

sábado, 16 de mayo de 2009

Miradas que matan

Influenciado sabiamente por la cultura norteamericana, siempre he intenado seguir la "política del buen vecino"... mi problema es que dentro de esa influencia a veces también me dejo llevar por la "política del garrote".

El apartamento al que da la puerta del mío ha estado vacío desde hace dos meses, pero creo que hoy se está mudando un nuevo vecino. Me di cuenta porque mientras trabajaba, la ventana estaba abierta. Yo, acostumbrado siempre a que nadie me veía, tranquilamente me dispuse a escribir mis crónicas, con las patas subidas sobre la mesa, una cerveza y la peor camiseta de mi distinguido guardarropa.

Estaba concentradísimo en las diatribas filosóficas en las que suelo enfrascarme, cuando siento una incómoda presencia distrayéndome. Estaba solo en el apartamento, así que la presencia maligna venía de fuera... giro la cabeza y me encuentro con la mirada del vecino, inspeccionando mi apartamento a través de mi ventana que no cuenta con cortina.

Reaccioné cordialmente, bajando las patas de la mesa, haciendo el gesto de "salud" con mi cerveza, saludándolo en pleno mood "good neighbor"... el nuevo vecino me devolvió el saludo y yo seguí trabajando, pero ya no pude volver a subir las patas a la mesa, pues tuve que dejar de actuar como como chimpancé.

Mientras trabajaba, no podía dejar de pensar que la ventana no tenía cortina... me volví a mirar una vez más y encontré la mirada del vecino de nuevo. Él se hizo tonto y se volvió a girar. Entonces empecé a sospechar...

Pasaron unos minutos más y giré la cabeza en un movimiento ágil como el de un gato, y descubrí al vecino nuevamente mirando hacia mi apartamento. Entonces fui yo el que bajó la cabeza y empecé a analizar con la sagacidad de felino de caza que me caracteriza: "¿éste tipo será raro?, ¿qué estará mirando?, ¿acaso le causo admiración natural sin siquiera conocerme? eso no sería raro, ya que yo suelo causar admiración sin conocerme, pero... ¿qué tal si lo que quiere es plagiar mis ideas fabulosas decorativas? ¿y si se está fijando qué tipo de tapiz puse en las paredes? ¿y si quiere alcanzar a ver la calidad de los acabados? ¿qué tal que quiere poner justo los mismos picaportes que tengo yo en las puertas? éste méndigo quiere robarme la idea que tengo de poner un tapete de piso al terminar las escaleras que diga "You are here", o mi maravillosa idea de poner una cabeza de alce disecada justo a la salida del baño de visitas...". "¡Maldito!" - pensé para mí mismo.

Desde entonces, cada vez que nos miramos a través de la ventana, arqueo las cejas y él hace lo mismo. Nos miramos por unos segundos, en tono amenazante, como marcando nuestro territorio. Luego seguimos con lo nuestro, pero sé que él no olvida mi mirada que le dice "cuidado, pedazo de estiércol, donde te vea copiando mi idea del alce...".

Tal vez, por accidente, alguien le incendie el apartamento.

sábado, 9 de mayo de 2009

"No tiene la culpa el indio..."

Una vez más apelo a la sabiduría popular de mi pueblo para hacer una reflexión "a posteriori" de la paranoia creada por el nuevo jinete del apocalipsis: la influenza. Y viene al caso, porque ante las denuncias que hicimos todos de discriminación a nuestros paisanos en todo el mundo - y que, como dato cultural, tuvo como antesala la "maravillosa" publicidad de Burger King en España, de la "Texican Whooper" - vale la pena reflexionar sobre las pequeñas muestras xenofóbicas que ocurren todos los días, en nuestra propia tierra, y que parecen pasar desapercibidas.


Hace un par de semanas discutía con una amiga sobre la percepción que existe en algunos círculos burgueses sobre si el fútbol es para "nacos" o no. Cabe definir aquí lo que se entiende en mi país por "naco"; el cliché indica: una persona de muy bajos recursos económicos, generalmente de piel oscura, cabello negro e hirsuto, a la que le gusta la cumbia y demás música "guapachosa", que adorna el tablero de su auto con "peluche", cuelga un zapatito de su hijo más pequeño en el retrovisor, usa una ostentosa cadena de oro falso alrededor del cuello, habla con peculiar acento y, usualmente, su vocabulario está restringido al doble sentido y otras guarangadas.


La sola palabra "naco" implica discriminación y en mi país la hemos usado desde mucho tiempo atrás. El refrán al que hago alusión en el título de este post "No tiene la culpa el indio...", también es una muestra más del racismo incorporado a nuestra cultura desde la época de la conquista. Acá, donde vivo hoy, escuché una expresión que me hizo reír: "ese celular es marca 'Flecha'... 'flecha', porque cualquier indio lo trae". Parece ser que, en América Latina, todavía estamos muy lejos de dejar atrás la sensación de incomodidad que nos provoca nuestro antepasado autóctono.


El tema es que, ante la discusión con mi amiga de si el fútbol es o no es para "nacos", apareció un magnífico ejemplo en mi tierra, de lo que yo denomino un "auténtico naco" - sí, lo acepto, en cierto grado, también discrimino. Y lo vino a dar, ni más ni menos, que un futbolista a quien el propio pueblo ha hecho sentirse el mismo Zeus.


En una declaración ante la prensa de mi país, el "futbolista" en cuestión, al verse acosado por los medios ante la ineptitud e incompetencia de la selección nacional - que si me permiten la acotación, a cualquiera que no cumple los objetivos en una organización, llámese empresa privada o selección nacional de fútbol, se le exigen cuentas y se le mide por el logro de objetivos - explotó, con una salida de lo más racista y ofensiva contra nuestra nación. En pocas palabras, redujo a todos los periodistas en la sala a algún estado inferior del ser humano sólo por vivir en un país latinoamericano, porque "Él", dios del Olimpo, subido al cielo glorioso por la propia afición, "ya jugaba en Europa" - calentando el asiento como jugador sustituto, pero un asiento de la banca europea, que no es lo mismo que la banca latinoamericana.


Bajo el enfoque de este individuo, cualquiera de nosotros que vive en suelo por debajo del Río Bravo, es un pobre diablo y, tipos como él, que por el simple hecho de haberse desplazado geográficamente - cualidad que tiene cualquier bípedo, cuadrúpedo y demás -, es merecedor de la envidia de millones y millones de latinoamericanos. ¿En qué momento de nuestra historia moderna nos creamos ese complejo como pueblos? ¿Cómo pedimos al extranjero que nos respete, cuando nosotros mismos nos empujamos hacia abajo y nos discriminamos los unos a los otros?


"No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre", dice el dicho popular, y tal vez no tenga la culpa este futbolista de cuarta, que desde su perspectiva, salió de un país de tercera (del tercer mundo) y al que se le olvidan las raíces. Pero me queda claro que, más que la piel morena, más que la joyería falsa, más que el vocabulario, la situación económica o el fútbol, lo que hace a un "auténtico naco" en mi tierra, es la manera de pensar.

domingo, 3 de mayo de 2009

Los toros desde la barrera...


En mi tierra existe una expresión que dice "Es fácil mirar los toros desde la barrera" refiriéndose a presenciar sucesos difíciles y expresar una opinión sin vivirla de cerca. Ahora que estoy lejos me ha tocado "mirar los toros desde la barrera", viendo lo que ocurre alrededor de la epidemia de influenza que aqueja a mi gente.


Más allá de lo duro que esta situación ha golpeado, en términos económicos, agravando todavía más la ya de por sí fuerte crisis económica que se vive - cerrando negocios, deteniendo la actividad productiva, recortando fuerza laboral, etc. - y el ánimo decaído de la gente - en un año terrible, encerrarse a piedra y lodo para evitar el contagio, sabiendo que el empleo está en juego, que la familia está en riesgo, tener que resignarse a esperar - es duro también presenciar cómo se mira a mi pueblo desde fuera.


Una amiga extranjera, estupenda periodista, me comentaba esta mañana que tuvo un "encontronazo" con el embajador de su país, también latinoamericano, por la aparente "discriminación" que ciertas medidas tomadas por su país parecían reflejar. En los Estados Unidos, un locutor de radio fue suspendido indefinidamente, al referirse durante su programa a mis connacionales viajando fuera del país como "criminaliens", posibles portadores del virus. Al llegar a varios aeropuertos en el mundo, mis paisanos se encuentran con miradas desconfiadas, distancias guardadas y preguntas temerosas.


Es lógico que los ojos del mundo miren con recelo, más allá de que esta situación dé oportunidad a algunos cuantos xenofóbicos de externar con furia sus opiniones. Desde el autoexilio puedo sólo decir que "miro los toros desde la barrera" deseando entrar, deseando poder hacer algo, y creo que lo único que me queda es al menos levantar un poco la voz para decir que no hay nada malo con mi gente, que pasa por un momento sumamente difícil, y que no pide nada de nadie, sólo que no se le mire con asco y temor.


Comparto una nota que me encontré esta mañana en el diario, una crónica hecha por una compatriota, Ángeles Mastretta, que narra el escenario para aquéllos que viven fuera y no han podido presenciar las calles vacías y los rostros por doquier con tapabocas.


Un abrazo solidario desde el autoexilio.