sábado, 27 de junio de 2009

Colección Primavera-Verano-Otoño-Invierno

Han visto alguna vez correr a alguien bajo una intensa lluvia, tratando de mojarse lo menos posible y, en su "ciego" objetivo, tropezarse sólo para caer en un charco, revolcarse y empaparse hasta el último milímetro del resorte de los calzones? Fantástico espectáculo!

A mí me pasó, por eso sé lo que se siente. Y uno se levanta, se sacude un poco - como si el lodo fuera tan fácil de remover de la ropa como la tierra seca cuando uno se cae en un día soleado - finge que no pasó nada, y camina con el rostro en alto, orgulloso de haberse caído y levantarse, mientras la gente que se resguarda de la lluvia alrededor se desternilla de risa.

Desde esa ocasión - que me ocurrió a muy temprana edad y que me dejó secuelas indelebles en la autoestima por el resto de mi vida - cuando me agarra la lluvia a mitad de mi camino, la tomo con el mismo estoicismo con el que se toma el caer de la hoja de un árbol, el volar de la abeja o el inodoro desbordante de un baño público.

Acá, donde estoy ahora, la lluvia te puede sorprender en cualquier momento. Es increíble, pero realmente no existe forma de predecir el clima y me empecé a dar cuenta de eso muy pronto a mi llegada, cuando pregunté a un taxista, a un reparador de calzado, a un banquero y a un contrabandista de macacos: "a qué se dedicaba usted antes de hacer lo que hace hoy?"... la respuesta fue siempre: era meteorólogo.

El clima y las estaciones en este lugar son más difíciles de anticipar que la filmación de la última trilogía de la Guerra de las Galaxias. Pero lo que más llama mi atención es la percepción de la gente local. Digamos que corremos con suerte y durante dos días seguidos sale el sol y no llueve; los comentarios son: "vio? llegó el veranito!". Pero al tercer día se avecina una lluvia torrencial y unos vientos gélidos que soplan a más 300kph y los comentarios son: "ufa! se vino el inviernito!".

Así las cosas, empecé a dejar de preguntar cuándo era verano y cuándo era invierno acá porque, como me habían ya advertido algunos lugareños, uno puede tener las 4 estaciones todas en un sólo día. Un verdadero desafío para el "guardarropa" en donde le toca a uno salir vestido todos los días con lo último de la moda primavera-verano-otoño-invierno 2009.

sábado, 13 de junio de 2009

Hombre... qué demonios te está pasando??

Recuerdo un comercial de televisión en donde se hacía esta pregunta: "Hombre, qué rayos te está pasando?" y sacaban escenas de hombres pidiendo una lechuga en un restaurante, haciéndose manicure y no sé qué otras actitudes poco varoniles. La deducción final era maravillosa: "la belleza donde debe estar".

Una de las cosas que más me ha costado trabajo acá es encontrar lugares a donde solemos acudir los hombres para hacernos "el servicio de los 10 mil kilómetros". Dos ejemplos: la peluquería y (aunque me cueste decirlo) un maldito podólogo que evite que mis garras de tigre rompan mis zapatos por delante.

Hoy llegué primero a un lugar que encontré para éste último servicio. Como suele entrar un hombre que se precia de serlo, entré con cierta incomodidad y pregunté: "disculpe, señorita, busco a alguien que me ayude a mantener a raya mis garras...", y la mujer se me quedó viendo como si no me entendiera. "Busco a un podólogo", afirmé con un poco de vergüenza, a lo que ella respondió "aquí no hay podólogos, somos todos QUIROPEDISTAS!". "No me importa un coño si su personal completo cuenta con un centenar de especialistas con maestría en física cuántica y doctorado en Yale en termodinámica y el principio de Bernoulli, yo sólo quiero que me corten las malditas uñas de los pies!", respondí con gran categoría.

Después de recibir un masaje que yo ni quería que me costó 15 dólares y una embarrada de alguna sustancia para relajar los músculos que olía a insecticida, salí de ese lugar recordando aquél comercial... "hombre, qué diablos te quiere hacer la sociedad moderna???".

Luego cometí el segundo error: me metí a la "peluquería" que identifiqué hace unos meses y me metí a quitarme un poco el peinado estilo prehomínido que ya traía. Me ponen una "batita" negra encima y el tipo que se disponía a cortarme el cabello comienza a mirarme con desconcierto; luego, con tono de alarma en su voz, me pregunta: "las patillas y esta parte de atrás quiere que las dejé con la forma que vienen????!!". Yo no tengo ni idea de "con qué forma iban" mis patillas y no sé si a "la parte de atrás" se refería a mi trasero o qué demonios, pero no pude contestar con el detalle que él hubiera querido esa respuesta. Me limité a decir, con cierto enojo: "SÓLO CÓRTEME EL PELO!".

Qué obscuro objetivo hay detrás de intentar complicar tanto cosas tan sencillas como cortar el cabello de un hombre? Por qué nos estamos complicando tanto la existencia? A veces engancho en Animal Planet programas dedicados a la vida de los chimpances... y, desde el sillón, siento un poco de envidia al verlos felices comiendo bananos.