
"El se da cuenta y asustado se lamenta... los genios no deben morir", rezaba con suavidad la voz de Ana Torroja hace 20 años, cuando España se daba cuenta que perdía a uno de sus hijos pródigos. A reserva de sonar ignorante, creo que América Latina no ha aportado al mundo grandes inventos o desarrollos científicos, al menos no con la frecuencia y magnitud con la que parecen hacerlo otras latitudes.
Lo que sí es claro es que nuestra región ha sido tierra fértil a lo largo de su historia, principalmente, de grandes pensadores, escritores, pintores, etc. En cierta forma es un orgullo contribuir a la humanidad a través de las bellas artes, porque más allá de los fines prácticos de la ciencia y la medicina, las bellas artes parecen apuntar a "la divinidad" del hombre, a aquello que intenta hacernos trascender nuestra condición humana mortal. ¿Qué sería del ser humano si no pudiera expresarse a través de la literatura, la pintura o el canto? Por ello no he podido dejar de pensar que este año 2009 Latinoamérica perdió dos de sus más grandes contribuciones al mundo: Mario Benedetti y Mercedes Sosa.

Puedo decir abiertamente que la primera vez (y creo que la última) que lloré - sí, lloré, y como un niño - con un texto, fue al enterarme de la muerte de "Laura Avellaneda" y de la desolación inexorable en el corazón de "Martín Santomé". La pérdida de "Avellaneda" es una pérdida que todavía hoy no puedo superar, porque sé que es una tragedia con las características impredecibles y casi crueles que suelen marcar la existencia del hombre, una tragedia que se repite todos los días para los distintos "Martín Santomé" que nos toca pasar por este mundo.

Y desde ese momento conocí realmente a Mercedes Sosa y encontré en su voz, intérprete de diversos genios, la voz de las distintas emociones y condiciones humanas que suelen pasar desapercibidas ante el frenesí de este terrible mundo moderno.
Más allá de lo que se dice de La Negra, que si era de izquierda dándose lujos de derecha, que si estaba vetada o no por los medios del mundo neoliberal
latinoamericano, que si es un cliché hablar de ella como lo es de Pablo Milanés o Fernando Delgadillo (que me perdonen los puristas líricos si ofendo a alguien con la comparación), yo me quedo con lo bueno: Mercedes Sosa cantó desde el corazón del "pueblo" latinoamericano, y en sus facciones, en su voz potente, en su cabello negro como la suerte de los grupos indígenas condenados a la discriminación, el mundo entero conoció la grandeza de nuestra cultura autóctona y la sencillez de nuestra cosmogonía maya, mapuche, toba, garaní, quechua, guajiro, yaqui, y un larguísimo etcétera.

Chau, Negra... Chau, Mario... nunca más alguien como ustedes. Vendrán muchos, vendrán otros, pero nunca más alguien como ustedes.