martes, 31 de marzo de 2009

"Culicagao"

Entre los maravillosos descubrimientos que he hecho en los últimos días, se encuentra el término "culicagao" (gracias por tu aportación cultural, Alex). "Culicagao" es una forma más de llamar a los niños acá, bastante gráfica, por cierto y creo que certera...

El fin de semana salí a carretera por vez primera, manejando yo. Si alguna vez me pareció que una ruta de las carreteras del sur de México era peligrosa, se quedó corta con la experiencia del fin de semana, al más puro estilo "Rápido y Furioso".

Un trayecto de 120 km. se convirtió en una maldita pesadilla de muerte y desolación. Es una ruta sinuosa la que lleva a Girardot, entre montañas, ríos, pueblitos y cultivos. Valientemente tomé el volante pero no me imaginé lo que encontraría. Una ruta de dos vías: una de ida y otra de vuelta, o sea, una para ir y otra para volver, o una pa' allá y otra pa' acá.

Esa ruta de la muerte los habitantes de la capital la abordan como si fuera juego de X-Box. Cuando me di cuenta que era demasiado tarde para arrepentirme ya estaba metido en las primeras curvas de la montaña, viendo cómo me rebasaban a 190 km/hr. en esa puñetera ciclopista.

Me empecé a preocupar cuando el primer auto se desbarrancó frente a mí, pero me imaginé que era normal después de que el quinto salía disparado por el desfiladero. Me imagino que acá los automovilistas son tan hábiles que llegan al fondo del abismo parados en "cuatro ruedas".

Mi estómago tuvo el último vuelco cuando en la cima de la montaña todo se nubló, empezó a llover horriblemente, yo iba a una curva peligrosísima a 120 km/hr., con el desfiladero a sólo un par de milímetros, un trailer intentaba rebasarme por la izquierda, un auto compacto a 320 km/hr. lo hacía por la derecha, enfrente iba una motoneta a punto de patinar, el piso estaba mojado y frente a mí apareció un campesino de alguno de los 12 mil pueblos de América Latina cruzando a su maldito ganado...

El fin de semana, al bajarme del auto, supe por experiencia personal lo que realmente significa el término "culicagao". Lo siento por mis Calvin Klein...

jueves, 26 de marzo de 2009

Carrera Once con Noventa y Tres...

Algo que siempre me reventó el hígado en la Ciudad de México fue la confusión vial. Recuerdo que alguna vez, una amiga me comentó que me había visto desde su coche, manejando rumbo a la oficina, "cantando"... lo que nunca le confesé, es que yo no iba cantando sino mandándome una puteada marca ACME porque se me había olvidado la laptop en casa, y tenía que regresarme por ella, lo que iba a implicar soplarme otra hora y media de tráfico!

Más allá del mar de autos que inundan las calles, del salvajismo de los microbuses, del "neanderthal" que habita dentro de nosotros y resurge de las cavernas cada vez que nos ponemos al frente de un volante, algo que siempre odié es la forma en que las calles no parecen tener lógica.

Uno se pasa la salida que necesitaba tomar en una calle y la lógica debería indicar que en la siguiente calle debería girar, hacer un par de vueltas en cuadro y llegar a la calle deseada. Nada más alejado de la realidad! Uno se pasa una puñetera calle y termina en el barrio más peligroso, desconocido y atemorizante de la Ciudad, tipo franja de Gaza.

Pero algo le reconozco a la Cd. de México: las calles tienen nombre. Acá las calles y avenidas son números... suena sencillo, no? Uno debe seguir la numeración para llegar al destino. Pero con el paso del tiempo, las direcciones se convierten en un juego de "Batalla Naval", ese que se jugaba con dos tableros, en el que uno daba una coordenada al oponente para disparar un misil a su barco a ver si lo hundía: "B-9"... "F-15". De repente a uno le lanzan direcciones: "ah, eso eso está en Carrera Once con Noventa y Tres A...", "eso está en la 104, abajito de la dieciseis...", y el cerebro se le empieza a uno a enredar: "eso dónde rayos estará? voy a poner cara de que entiendo todo perfecto, aunque en el fondo no tenga ni puñetera idea de qué demonios me están hablando."

Algo de crédito le doy hoy a los que pusieron a "Homero" enseguida de "Horacio" (o es alrevés?) y después "Ejército Nacional"... al menos a uno le taladran en el cerebro una y otra vez el sentimiento patriótico cada vez que dobla la esquina.

domingo, 22 de marzo de 2009

Memorias "defequenses"

Toda mi vida fui "defequense".



Prefiero el término "defequense" - el cual yo mismo he creado - a "chilango" o "capitalino" porque creo que en "defequense" se encierra un juego de palabras que describe mucho mejor lo que es la vida en el Distrito Federal. Tristemente, la calidad de vida de quienes vivimos en los alrededores o dentro del DF no es nada envidiable. Pero no me ocupa hoy hablar de lo que implica ser "defequense", sino deseo establecer cuál es mi origen y la razón de este blog.



Soy "defequense" y hace tan sólo unos meses, decidí dejar toda mi vida en el Distrito Federal para ir a radicar a Sudamérica. La decisión de dejar atrás la vida entera, incluyendo familia, amigos, hábitos y costumbres (buenas o malas), comida y bebida (que en el caso de un mexicano, se podrán imaginar lo complicado que puede ser dejar atrás una buena salsa taquera o una michelada con Corona), y un sinfín de peculiaridades que componen la cultura de un país y una ciudad, ha sido la más difícil y egoísta que he tomado en la vida.



Más allá de los comentarios sobresaltados de un sinfín de amigos y conocidos cuando compartí con ellos el nombre de mi país de destino, lo complejo ha sido decidirme a dejarlo todo atrás para empezar "casi de cero" en un nuevo lugar.



Estoy consciente de que en un mundo "globalizado" (extraño término para un mundo que siempre ha sido "global") hace mucho tiempo que existen personas que dejaron su lugar de origen para ir a reinventarse a sí mismos a otro lado; sin embargo, la experiencia vuelve a ser completamente nueva, cada vez que un individuo se lanza "al vacío" una vez más, día tras día, y su gente lo ve partir sin saber cuándo volverá. No se altera sólo la vida del individuo, sino de todas aquellas personas y cosas que lo conforman, sin mencionar que llegará a alterar las vidas y el curso de las cosas del lugar al que habrá de arribar.



Por eso, porque creo que nada hay más emocionante en este mundo que salir a descubrirlo, a encontrar las pequeñas y grandes diferencias entre una latitud y otra, de retarse y descubrirse a sí mismo, cambiándose por completo los esquemas a los que el hombre se acostumbra tan fácilmente, es que me ha parecido imperioso abrir este espacio. Aquí quiero compartir las experiencias que, desde mi diminuta perspectiva, le ocurren a un "defequense" más allá de su suelo azteca, de la misma forma en que cualquier ciudadano del mundo las debe vivir en cualquier lugar de este lastimado planeta.